En un contexto de
restrenos nostálgicos que empapelan los cines, vuelve “Esperando la
carroza” para los fanáticos de siempre y para los anómalos que todavía no
vieron una de las películas más queridas por los argentinos. Cuando se cumplen
27 años del estreno del film de Alejandro Doria, la propuesta incluye una
versión remasterizada que significa mejor calidad tanto de imagen como de
sonido.
La película ya se posicionó entre las más vistas con 36 mil espectadores en la primera semana, demostrando que a pesar de los años, sigue cosechando aplausos. De esta manera pareciera haberse instalado con comodidad en la memoria de los espectadores argentinos, pero ¿cuál es el secreto de su éxito?
En “Esperando la carroza”, Doria nos propone situarnos en un domingo de una familia de clase media baja, que debe enfrentar problemas cotidianos y se le suma la presencia de Mamá Cora, la simpática anciana interpretada por Antonio Gasalla que puede resultar de lo más irritante. Es un barrio que, si bien nunca se escucha su nombre, todos lo reconocen como propio, en el que el calor agobia tanto como a cualquiera. La plaza del centro, la terraza con la ropa colgada, la gran galería con el loro y los cortes de agua completan el relato. Con estas escenas costumbristas Doria logra acercar al espectador, que de inmediato siente que la película es el fiel reflejo de la realidad rioplatense.
Dentro de este contexto se insertan los personajes que representan los clásicos estereotipos que nunca pasan de moda: el tío borracho, la vecina chusma, el que tiene negocios con la policía, los parientes con dinero y los familiares farsantes. Los mismos son muy bien logrados por momentos, en el caso de China Zorrilla que devora la obra con las ocurrencias de Elvira, aunque también existen personificaciones llevadas a exagerados extremos, como las molestas intervenciones de Enrique Pinti, que lejos están de ser creíbles.
De todas formas la risa esta a flor de piel con cada diálogo de estos personajes. El guión recurre a ingeniosas frases que el espectador es capaz de repetir una y otra vez. Difícil olvidar las famosas “tres empanadas para dos personas” de Luis Brandoni o la mayonesa devenida en flancitos de Mónica Villa. Todo encarnado por actores respetados entre el publico que han sabido sumar halagos a la película.
Lo grotesco de las situaciones supo llegar al espectador que durante una hora y media debe soportar los gritos entre parientes y los constantes reproches. Para algunos puede resultar agobiante, mientras que para otros es otra muestra fiel de la personalidad argentina en donde el gen español/italiano esta siempre latente.
Por más que “Esperando la carroza” se haya convertido en una de las películas más populares del cine argentino, muchas veces el relato se torna repetitivo. El conflicto es permanente y desde el primer minuto se nos muestran llantos, retos, gritos e insultos enlazados a gran velocidad y que provocan una fuerte sensación de agotamiento.
En el final, el espectador se va con sentimientos encontrados de la sala. Si bien las risas están presentes constantemente, no se puede evitar el gusto amargo de la dedicatoria “a nuestros viejos queridos”. La película plantea la situación de abandono y descuido sufrida por muchos ancianos, que desfilan como despedida al son de “La vaca lechera”.
¿De que se ríen entonces? ¿De la hipocresía de los personajes y lo bien que representan la idiosincrasia argentina? ¿O de la miseria, la infidelidad y el abandono? La respuesta del personaje de Mónica Villa cuando mira a cámara parece resumirlo fácilmente: “de todos nosotros”.

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